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28 nov 2011

El monje negro

Recuerdo que la primera vez que compré un libro de cuentos del ruso Antón Chéjov ignoraba quién era él. Creo que no sabía qué comprar y tomé ese libro para no salir de la librería con las manos vacías. Los cuentos en general me gustaron, pero hubo uno, el último, que me dejó impresionado. Era el más largo, deprimente y triste del libro; se titula El monje negro y ahora que han pasado muchos años desde que lo leí sigue siendo uno de mis cuentos favoritos. 
Fue publicado por primera vez en 1894, y en él se narra la historia de Andrei Vasilich Kovrin, un joven intelectual enfermizo con lo nervios a punto de estallar a quien le recomiendan pasar la primavera en el campo. Y justo entonces le llega una invitación de Yegor Semionovich, un viejo que lo aprecia mucho, y de su hija Tanya, una joven que está enamora de él, para que pase una temporada con ellos en su mansión campestre.
Los anfitriones se desviven para hacer saber a Kovrin cuánto lo aprecian, cuánto admiran su intelecto y cuánto les preocupa su salud. Son una buena familia y le quieren bastante cada uno a su manera. Tanya no pierde las esperanzas de que Kovrin, a quien cree una especie de genio iluminado y por quien no le cabe la admiración en la cabeza, se decida por ella. Y finalmente ocurre, Kovrin, sin saber exactamente qué siente por ella, se casa con Tanya.
Pero justo entonces llega alguien más a su vida, alguien a quien sólo él puede ver. Se trata de un monje vestido de negro que también cree que Kovrin es un iluminado. Kovrin, por su parte, pronto llega a querer más al monje que a su esposa y mucho más que a su suegro. Cuando Tanya descubre una amena conversación en la que sólo puede ver a uno de los interlocutores, se da cuenta de que su marido está enfermo. Ella y su padre se esmeran en darle todos los cuidados y atenciones que hacen falta para lograr que el monje se marche.
Y cuando por fin consiguen ahuyentar al monje de las noches de Kovrin, éste no se los agradece, por el contrario, surge en él un profundo odio hacía ellos y decide vengarse porque cree que le han arrebatado un guía que habría llevado su intelecto a la cúspide adonde pocos han logrado llegar.
El mejor modo de vengarse que Kovrin descubre es dando desprecio constante a aquéllos que por el contrario requieren de su afecto para vivir. Poco a poco trasforma la vida de su mujer y de su suegro en un infierno haciéndoles los comentarios más hirientes que puede. El viejo aún fuerte pronto ve deteriorada su salud y la joven y bella Tanya se transforma en una mujer flacucha y demacrada, todo gracias al desprecio que Kovrin les regala cada día.
Por fin, después arrebatarles su amor propio, Kovrin se aleja de ellos dejando a un viejo a las puertas de la muerte y a una mujer todavía joven pero físicamente acabada. Tiempo después, Kovrin padece una terrible enfermedad que, no se indica, pero al parecer es tuberculosis -la misma que llevó a la tumba a Chéjov-, y cuando interrumpe la lectura de una terrible carta en la que Tanya le informa de la muerte de su padre y de cuanto lo odia, unos chorros de sangre salen de su garganta al tiempo que reaparece frente a él su viejo amigo, el monje negro.

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