Recapacitando
hace unos días sobre cuáles son mis fuentes de apetito cultural -no siempre
satisfechas por falta de tiempo-, me vinieron a la mente todas las cosas y
sucesos que me ponen enfrente libros…, libros que me despiertan el interés,
libros que anoto, que me hacen meterme a la página de mis librerías habituales
para ver si los venden allí.
En esta
vida, para los que nos hemos hecho adictos a la lectura de manera incurable, la
lista de libros pendientes crece y crece y si algo sabemos con exactitud es que
nunca podremos cubrirla. Jamás. Vivir 157 años como el turco Zaro Aga no remediaría las cosas, por el contrario, la lista sería mucho más extensa.
Creo que
la actual etapa filosófica en que nos hallamos -no la de la postmodernidad sino
la del Internet- hace que la lista de libros pendientes de un lector sea más
grande. Se nos bombardea con propaganda de todo tipo de productos, y los
libros, para el editor y el librero, son un producto como cualquier otro y tienen que
promocionarlo como tal. Así las cosas, diario sabemos de la existencia, en
promedio, quizás de diez libros. Uno de ellos por lo menos nos parecerá
interesante, o bueno, o excelente, y lo añadiremos a nuestra lista, sin la
promesa de una pronta lectura.
Pero no sólo
la tele, la radio y el Internet nos recomiendan libros. Acabo de percatarme de
que muchas veces mis mejores consejeros son otros libros. Quizás alguien ya
pensó que los ensayos escritos en lengua española comúnmente traen al final una
larga o modesta lista de fuentes bibliográficas. Es cierto que ésa es una de
las formas en que hay libros que recomiendan a otros libros, pero no es a la que
quería referirme, porque en esos casos la recomendación es muy fría y no despierta
tanto el interés.
Hace unas semanas leía una novela muy agradable, y el protagonista de ésta tenía por libro favorito otra novela policíaca de los 50s que más de una vez recuerdo haber despreciado en las librerías. En cuanto terminé una novela ya tenía la otra lista para iniciar la lectura. No me gustó tanto como al mencionado protagonista, pero la disfruté. Y lo importante aquí es que haciendo memoria, muchas veces algunos libros me han recomendado otros libros. Y ése quizás sea el método más honesto del marketing que rodea al mundo literario.
Hace unas semanas leía una novela muy agradable, y el protagonista de ésta tenía por libro favorito otra novela policíaca de los 50s que más de una vez recuerdo haber despreciado en las librerías. En cuanto terminé una novela ya tenía la otra lista para iniciar la lectura. No me gustó tanto como al mencionado protagonista, pero la disfruté. Y lo importante aquí es que haciendo memoria, muchas veces algunos libros me han recomendado otros libros. Y ése quizás sea el método más honesto del marketing que rodea al mundo literario.