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12 oct 2013

Literatura chatarra

Fue hace poco que empecé a escuchar y a leer algo sobre la literatura chatarra. Y a falta de una definición aún formal por parte de alguna academia, contribuiré diciendo que entiendo que quienes usan la frase se refieren a que es un producto deficiente, de mala calidad y producido en grandes cantidades para consumidores extraviados y nada exigentes. O, para simplificar un poco, se trata de novelas pésimas que se cuelgan de argumentos que han tenido éxito y pretenden exprimirlos todavía lo más posible.
Algo que me llamó la atención cuando empecé a leer sobre la literatura chatarra fue el hecho de que preocupa a los académicos que los adolescentes la consuman tanto. Lo cual es, por parte de esos académicos, una enorme estupidez.
Si lo que se quiere es que los jóvenes lean para erradicar en la mayor cantidad que sea posible la ignorancia del mundo, la literatura chatarra es ideal. Es más, si consigue atraer a los adolescentes a los libros, no sólo es ideal, sino extraordinaria.
Si un joven empieza a fumar cigarrillos comunes, poco después quizás se pase a la marihuana, y si empieza por sustraer pequeñeces de un centro comercial, después se cambiará a las joyerías, si disfruta golpear a sus compañeros de escuela, probablemente más tarde se interese por los asesinatos, y si se le ocurre leer Crepúsculo, es probable que luego se interese por Robinson Crusoe. Así de simple. Lo importante es que los jóvenes lean, que se hagan de ese hábito.  Si empiezan por La riqueza de las naciones o El príncipe quizás no lleguen siquiera a la décima página a causa del aburrimiento y ya no vuelvan a tocar un libro.
La literatura chatarra, a fin de cuentas, quizás esté haciendo algo bueno por el mundo.

30 abr 2013

Párrafos largos


Hace tiempo escribí una entrada sobre la que considero es la edad adecuada para leer a los clásicos, porque a mi juicio a éstos hay que abordarlos a cierta edad, cuando ya hemos aprendido a leer, y a disfrutar de la literatura. Para iniciarnos siempre estará Crepúsculo, u otras lecturas menos tóxicas.
A los grandes libros de escritores griegos y romanos, o El Quijote, la Biblia, Robinson Crusoe, entre tantos otros, hay que saber llegar, y eso no significa saber ir por ellos a la biblioteca, sino saber esperar, esperarlos; es así como se llega a ellos.
No digo que un adolescente de catorce años no es capaz de disfrutarlos, sino que cuando tenga el doble de edad los disfrutará mucho más, y es mejor que ésa sea la primera vez que los lee.
Escribo esta entrada porque hace poco volví a pensar en el tema. Comúnmente le presto libros a mis sobrinos, que no a mis alumnos, y veo cómo evolucionan como lectores, cómo cambian sus gustos y cómo pasan, poco a poco, de leer por impulso a leer por amor a la lectura.
Hace uno días una sobrina me devolvió un libro y me dijo que no le había gustado. Cuando le pregunté la razón, me dijo: “Tiene párrafos muy largos”. Y sí, es verdad que a los quince años preferimos novelas con diálogos cortos y descripciones rápidas, sin mucho embrollo, que lo que queremos, a fin de cuentas, es terminar el libro para ponerlo en nuestra “Lista de leídos”.
Tiempo después descubrimos que cuando de los grandes se trata, sobre todo de magos con las palabras como Octavio Paz o Philip Roth, esos párrafos largos son de una belleza sencillamente magistral, que leemos y releemos para no dejar de disfrutarlos.
En cambio, cuando somos adolescentes los leemos lo más rápido posible, para llegar pronto a los diálogos. Y eso nos impide disfrutar de la mejor literatura. Por ello lo más recomendable es dejar los libros inmortales pendientes, para cierta edad. A fin de cuentas, para practicar o fingir que leemos, se editan incontables payasadas.

26 may 2012

¿Los libreros prescriben?


En muchas ocasiones he leído aquello de que un librero no sólo vende libros, sino que también es un excelente crítico que pone al alcance de sus clientes la mejor literatura. Quizás eso era antes, aunque tengo mis dudas. Pero si un librero, en los tiempos que corren, se pone a ser selectivo, en cuanto a calidad literaria se refiere, con los libros que vende, pronto morirá de inanición.
Conozco a algunos libreros, y a más de uno con buen gusto literario, pero incluso ellos aceptan que no leen lo que más venden. Un librero tiene que tener un buen ojo para seleccionar el local donde pondrá su librería, en alguna calle muy transitada, y mejor aún una esquina, cerca de una universidad, junto a una cafetería, entre otras cosas. Pero dudo que haya muchos que se propongan vender buena literatura. Una librería no deja de ser un negocio y todos los negocios venden los productos de los que más se habla.
Recuerdo que después de que Barack Obama ganó la presidencia de los Estados Unidos, su libro, Sueños de mi padre, tapizaba los escaparates y los muros de las librerías a donde entraba. Cuando el cantante Ricky Martin confesó sus preferencias sexuales y después escribió un libro, éste era exhibido a montones en las librerías. El último libro que vi en tales circunstancias fue una biografía de Steve Joves,  poco después de su muerte.
Lo mismo pasa con las novelas que ganan el Premio Planeta, las de Dan Brown y un sin fin de etcéteras. Los libreros sólo piden lo que más se vende y lo ponen donde el posible lector pueda verlo sin que siquiera entre a la librería. Si un lector toma entre sus manos El código Da Vinci o Crepúsculo, el librero sonríe y quizás diga “excelente elección, señor”. Y es que la mayoría, como casi cualquier comerciante en época de crisis, son muy educados y le dan al cliente lo que pide. Se trata de sobrevivir.
Alguna vez, reflexionando con un amigo, llegamos a la conclusión de que las mejores obras literarias muchas veces están en las librerías de viejo. Allí no hay novedades, y eso es bueno, porque la producción editorial en español, autóctona y traducida, cada vez es peor. Aunque se sigue escribiendo bien, los editores publican sólo lo que creen que puede venderse y traducen lo que se vende mucho. Se adaptan a nosotros los lectores, que cada vez somos menos exigentes.