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2 dic 2011

El caso del cadáver sonriente

Paco Piquer Vento (Valencia 1945) ganó con esta novela el X Premio Francisco García Pavón de Narrativa, y después de terminar de leerla no puede uno evitar fruncir el ceño. En fin, allá los jueces y su conciencia.
Pero a lo que voy: la novela, francamente, no es tan mala, de que hay peores ni dudarlo; lo cierto es que ni de lejos es buena y calidad para ganar un concurso no posee. Medio entretiene, a veces hace reír un poco y de ahí no pasa. Pero antes de seguir acuchillándola, será mejor hacer una breve reseña.
En la cámara frigorífica de un restaurante barcelonés de comida japonesa aparece un cadáver descalzo, muy sonriente y sin huellas de violencia. Prudencio Lavandeira (sí, así se llama), un ex policía reciclado como detective privado que investiga casos de infidelidades para poner fin a matrimonios, ve allí la posibilidad de dejar en ridículo a aquéllos que arruinaron su carrera.
Lavandeira empieza a investigar por su cuenta tratando de ir un paso, o los que pueda, adelante de la policía. No tiene auto, no les ve utilidad a los teléfonos móviles y no lleva consigo una pistola porque en sus anteriores investigaciones no corría peligro, pero aun así no está dispuesto a dejar pasar la oportunidad que se le presenta para obtener un poco de venganza.
Pronto entabla amistad con Niruhito Maremoto, un catalán que parece japonés y que se gana la vida como cocinero en el restaurante donde hallaron al muerto. Y allí mismo Niruhito encuentra una bolsa con diamantes que se lleva para mostrárselos a su nuevo amigo el detective. Aquello los convierte en blanco de unos delincuentes de grandes ligas que de un momento a otro pueden dejarlos fríos y sonrientes.
Quizás lo que mejor logró el autor es el propio Lavandeira, un catalán hijo de gallegos que a sus cuarenta y tantos vive con su anciana madre en el mismo piso donde tiene su despacho de detective. No se puede sacar de la cabeza su resentimiento contra los que se interpusieron en su prometedora carrera como policía y tampoco se atreve a aceptar que está enamorado de su amante, una ex prostituta a la que ayudó a dejar el oficio y a salirse del mundo de las drogas. 
Como puede verse, la novela sí tiene elementos para haber sido buena, lamentablemente quedó en mala por unos muy evidentes errores del autor. El humor negro en una novela negra se admite desde hace bastante tiempo, pero no hay que exagerar  ni tratar de hacer reír dos veces con lo mismo en la misma novela.
El argumento también tiene sus lados flacos. El autor avisa de forma indirecta y sin mucho misterio a media novela cuál es la identidad del jefe de los malos, y eso arruina una obra de este tipo. Siempre es conveniente darle al lector varios sospechosos para mantenerlo con los ojos bien abiertos, pero darle nada mas uno que  luego resulta que sí es arruina el final, y si lo de atrás tampoco fue muy bueno nos queda como resultado una novela que mi conciencia no me permite recomendar.   

2 comentarios:

  1. Muy buena exposición, a mí también me da rabia que ciertos jueces estén tan vendidos (al igual que muchas revistas que reseñan maravillas cuando no hay tales).

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  2. Con todo, reitero que la novela no es tan mala. Sin ser nada del otro mundo, puede que alguien la encuentre “divertida”, pero también reitero que calidad para ganar un concurso no tiene.

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